martes, 17 de junio de 2014

Un paseo a Sonsoles.

Puesto que el curso está tocando a su fin y las aulas están prácticamente vacías, sin materia que avanzar, me "escapé" de clase y me fui con un amigo mío andando hasta el Santuario de Sonsoles, no sin antes pasar mi casa para coger mis prismáticos...

El camino empieza siguiento el cauce del, ahora seco, río Chico. Por allí pudimos ver, las aves típicas del lugar, lavanderas blancas, jilgueros, cernícalos vulgares, verdecillos y un macho de curruca capirotada. 
Continuamos andando hasta llegar a cultivos y eriales que preceden a la empinada cuesta que hay que subir antes de llegar al Santuario. Durante este tramo, nos acompañaron cigüeñas blancas, cogujadas comunes, collalbas grises y algunas terreras comunes. 


Cultivos y eriales, con Ávila al fondo
Una vez en la ya mencionada cuesta, los pardillos y las tarabillas comunes relevaron a los aláudidos y a las collalbas. Las tarabillas, no paraban de ir y venir de los arbustos circundantes. Se posaban, se iban, volvían a posarse con un insecto en la boca, y se volvían a ir. Llegamos al Santuario, desde el que se veía toda Ávila, así como a los milanos negros y buitres leonados que la vigilaban desde los cielos. 


En los jardines del Santuario, gorriones comunes, pardillos, verdecillos, verderones, jilgueros y demás paseriformes revoloteaban buscando sustento que llevarse a la boca. Estábamos sentados en un banco cuando, de repente, vi un ave de tamaño medio atravesando los pocos árboles que hay por allí. ¡Una oropéndola! Fui en su busca, pero antes de que yo pudiera localizarla entre las copas de los árboles, salía volando para esconderse entre la espesura. Estuve un buen rato viéndola como pasaba sobre mi cabeza para después volver a perderla, hasta que se posó en la rama de un pino. No se estuvo mucho rato quieta, pero yo tuve tiempo de sobra para deleitarme viéndola desde tan cerca y posada, pues la había visto anteriormente, pero siempre en vuelo. 

Santuario de Sonsoles
Tras descansar un rato, iniciamos el camino de vuelta. Vimos prácticamente lo mismo: en la cuesta, los mismos pardillos y tarabillas, en los campos, las mismas collalbas y aláudidos, etc. Sin embargo, en uno de los matorrales de la cuesta, junto a una tarabilla común, vi una curruca zarcera macho (que si la había visto anteriormente, no lo recuerdo, pues hasta hace poco no me fijaba en los paseriformes...) Cerca de los cultivos y eriales, en un matojo, vi un sílvido que no supe identificar, pero que supongo que sería un zarcero. Por lo demás, no hubo ninguna novedad respecto a aves.

Fue un camino muy agradable, quizás porque la compañía (tanto humana como ornítica) era buena. Mereció la pena.

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